MUSICOTERAPIA
Hace casi 5 años tuve la oportunidad de enseñar música en el centro “Casa Betesda”. En seguida me di cuenta de que no era nada como los otros trabajos en mi vida como profesora de música. ¿Cómo es esto? ¡Porque en cada taller era YO quien estaba aprendiendo!
En musicoterapia, la música es una herramienta para lograr muchas cosas importantes en la vida. Los “alumnos” que participan en nuestro centro llegan con sus gustos, sus historias, sus preferencias…y por medio de la música, vamos conociéndonos más, vamos logrando nuevos desafíos físicos y cognitivos, vamos celebrando la vida por medio del canto, del baile y en los conjuntos musicales que formamos.
Recuerdo cuando una de las tías me sopló que a Sergio le encantó la música de José Luis Perales. Puse la canción “Como es él” y de repente el chico a quien le costaba tanto expresarse, empezó a mover la cabeza y sonreír. Estos jóvenes me enseñaron que cada ser humano se conecta a voces, ritmos y estilos de música distintos. Aprendí que hay un arte en utilizar los miles de ejemplos de música para despertar a cada individuo.
Los instrumentos musicales son imprescindibles en la musicoterapia. Primero, fuimos conociendo las diferentes clases de instrumentos por su familia o agrupación: cuerdas, viento, percusión. Los alumnos grabaron esta información en sus mentes y saben clasificar toda una orquesta. Después construyeron sus propios instrumentos. Cada individuo involucró tres de los cinco sentidos en tal proyecto: lo del audio en elegir el sonido de su preferencia, o una sonajera o un tambor; la vista al escoger los colores para adornar a su instrumento; y el tacto al tomar y hacer sonar su instrumento. Después realizamos presentaciones de música en las cuales cada participante aportó su sonido único.
Sin embargo, lo más valioso que he aprendido por los talleres de musicoterapia es la alegría de tocar en el coro de campanas. Conseguí unas campanas de metal que suenan fácilmente cuando se presiona un botoncito. Cada campana tiene su color y representa un tono en la escala. Así que cada alumno tiene la responsabilidad de tocar una nota. Empezamos con improvisación donde iba tocando cada persona a su estilo y yo los acompañaba en el órgano. Utilizamos ritmos de blues, romántica, folclórica y cada pieza era preciosa. Después tuvimos el desafío de aprender música conocida. Nunca olvidaré las caras de los chicos cuando lograron tocar juntos “El Himno a la Alegría” de Beethoven. Trabajaron harto – memorizando el patrón de la melodía, trabajando EN EQUIPO – cada uno apoyando con su nota parte de una pieza majestuosa de música. ¡Al final sintieron todo el éxito compartido!
Hay una verdad que hemos aprendido, LA MÚSCIA NO TIENE DISCAPACIDAD.
Profesora de Música Liisa Tino.